Hola a todos.
Soy Antonio “Ñeti” Cuervas-Mons, regatista profesional y amante incondicional de la montaña. He tenido la suerte de hacer unos cuantos viajes con el equipo de Himal Mountain Adventures; Dolomitas, Japón, Noruega… siempre buscando la mejor nieve, conociendo y explorando lugares nuevos.
Hablando muchas veces con mi amigo Pepín Román, durante esas eternas esperas en aeropuertos que hemos pasado juntos, coincidimos en las similitudes entre la vida en la montaña y la vida en el mar. Sitios remotos, salvajes, aislados y en condiciones a veces, no muy cómodas…
Justo ahora hace dos años que estábamos en la etapa reina de la Volvo Ocean Race; de Auckland, Nueva Zelanda a Itajaí, Brasil, a bordo del MAPFRE (equipo español). En ella, cruzamos el océano más extremo del planeta y navegamos por el punto Nemo, donde la vida mas cercana está en la Estación Espacial Internacional… todo esto con condiciones meteorológicas realmente duras.
En aquella edición la etapa fue especialmente dramática por la perdida de John Fisher. Durante una de las noches cayó al agua… y desgraciadamente no se pudo encontrar su cuerpo tras horas de exhaustiva búsqueda por parte de su barco, el Scallywag.
La etapa comenzó bien para nosotros, saliendo de Auckland en primera posición y adentrándonos rapidamente en el Océano sur. Pero a los pocos días de salir tuvimos nuestros primeros problemas…
Todo empezó más o menos con el palo. La vela mayor se iza a través de unos carriles, suben y bajan en una carrilera que va pegada a la parte de atrás del palo. Éstas se dividen en varias secciones y una de estas se arrancó mientras poníamos un rizo.
En aquel momento había 35 nudos y mucha mar. Lo que se nos ocurrió fue volver a poner el segundo rizo y con unas carracas y unas cintas, amarrar al palo el trozo de carrilera que se había despegado. Con esto lo que conseguíamos era poder navegar con dos rizos. Pero era una solución provisional, puesto que no podíamos ir ni con la mayor a tope, ni con rizo porque al estar las cinchas abrazando el palo no podíamos subir ni bajar la mayor.
Navegamos así unas 30 horas. Durante este tiempo tuvimos que subir al palo 4 o 5 veces en una misma noche y emplear un día entero para completar el apaño. Con esto pudimos navegar con un rizo o dos. Esto nos hizo perder millas con los de cabeza. Pero aún así podíamos seguir en la pelea, ya que estábamos a tan sólo unas 5-20 millas por detrás, dependiendo del día.
Justo después nos enteramos de la desaparición de John… La noticia del hombre al agua en Scallywag fue un golpe muy duro y nos afecto muchísimo a todos, como es lógico…
La noche en cuestión la recuerdo perfectamente. Había una rasca de la leche, unos 45 nudos y una ola muy, muy peligrosa y complicada. Yo estaba trabajando dentro, con bastante lío y muy incómodo, con mucha agua pasando por la cubierta, clavadas… una situación muy desagradable.
Tengo que confesar que, en un momento que me senté en la mesa de cartas tuve la necesidad de llamar a casa, no sé si para tranquilizar a mi chica y decirle que todo iba bien o para tranquilizarme a mí mismo en esa situación. Es curioso, esto fue justo a la vez, o muy cerca, del momento del accidente de John.
Me eché un par de horas a dormir y cuando me desperté me enteré de la mala noticia… Me despierto y me dicen «hombre al agua en Scallywag». Xabi me cuenta que hay un hombre al agua, que llevan una hora y pico buscándole y que no sabemos qué tripulante ha sido. Ante eso, todos nos quedamos en shock porque a bordo de Scallywag va la hermana de Rob, Libby, que es la navegante, por lo que todos nos quedamos muy tensos durante unas horas hasta que supimos quién era. Además, Scallywag estaba a unas 190 millas y era imposible dar la vuelta para ir a ayudar, porque tardaríamos todo un día en llegar.
Como os podéis imaginar, esto resultó ser un jarro de agua fría y creo que cada uno de nosotros nos refugiamos un poco más en nuestras capuchas y nuestro casco, dándole al coco. Yo no podía parar de pensar en el pobre John, en su familia, en la tripulación, en lo duro que había debido de ser el momento y en que nos podía haber pasado a cualquiera. Estábamos en un sitio extremadamente peligroso y es un accidente que sabes que puede pasar, pero es una gran desgracia.
Por lo demás, a bordo las condiciones eran casi miserables. En cubierta el agua estaba a tres grados, las olas te sacudían constantemente, tanto que algunas incluso te arrancaban del pedestal y te quedabas colgando de la línea de vida. Dormíamos poquísimo, por darle al coffee, por trimar y por las reparaciones que tuvimos que hacer en el barco. Después, cuando te metías dentro, todo estaba mojado: achicábamos continuamente porque el agua entraba por todos lados, no teníamos fuerza casi para cocinar y estábamos alimentándonos de barritas. Lo único que había medianamente seco era el saco de dormir, ya que toda la ropa estaba completamente húmeda y las botas totalmente caladas. A los únicos que se les veía estaban cómodos eran los albatros que nos acompañaban constantemente, parecía que iban mofándose de nosotros porque nos pasaban rozando, como chuleándose.
Pero bueno, yo creo que esa dureza, el que todo sea tan inhóspito y el poder levantar la cabeza de vez en cuando entre ola y ola y ver el barco surfeando esas olas gigantes, con esas planeadas y ese entorno en el que estábamos, hacía también que fuese algo extremadamente bello.
A unas millas de Cabo de Hornos ya teníamos a miembros del equipo de tierra en ‘Standby’, para ayudarnos con la reparación del mástil y otros detalles. Los tres miembros del equipo de tierra, Talpi, Nervio y Santi nos esperaban en un barco en una calita protegida en el mismo Cabo de Hornos. Así, si pasaba cualquier cosa como finalmente sucedió, podíamos parar y arreglar lo más rápido posible.
Fuimos a un punto de encuentro que teníamos pactado hace días y nos abarloamos a ellos. En cuanto llegamos comenzaron 12 horas súper intensas en las que todos trabajamos como locos. Conseguimos pegar la mayor. Fue un trabajo difícil porque con un trozo del A3 (otra de las velas del barco) lo cortamos y utilizamos para reparar la mayor.
Doce horas más tarde salimos y continuamos la regata. Las primeras 30 horas fuimos sin mayor porque la teníamos metida en el barco secando. Aún navegando, seguimos trabajando varios en la mayor, para asegurar que no se rompiese después. Treinta horas después de salir de Hornos, pudimos izar la mayor y ya navegamos más o menos al cien por cien.
El parar 12 horas en Cabo de Hornos supuso que los que iban delante nuestro pudieran pasar antes de que un anticiclón situado al norte de las Islas Malvinas llegase, pero a nosotros si nos pilló… Eso hizo que el último tramo de la etapa se alargase 4 días más que el resto de la flota.
El lento avance, además de dejarnos atrás y de perder la opción de luchar por la etapa, provocó que tuviéramos problemas de gasoil y comida. Pero por suerte, nos organizamos bastante bien. Días antes sacamos toda la comida que había en el barco y la repartimos. Había que controlar las cantidades y las cargas para minimizar los consumos de energía.
Nueve días después de salir del cabo llegamos a Itajaí, Brasil, tras lo que para mí fue la etapa más dura que he hecho durante mis 4 vueltas al mundo y fue, sin duda, un antes y un después para todo el equipo.
Acabamos con una sensación agridulce, por un lado, orgullosos y contentos de haberlo superado con el esfuerzo y el trabajo de todo el equipo, pero con un vacío enorme por la pérdida de nuestro compañero a bordo del Scallywag. #ForeverFish.
Esta etapa duró un total de 21 días, 6 horas, 59 minutos y 9 segundos. Tiempo en el cual estuvimos prácticamente aislados y en condiciones miserables y duras.
Ahora, en España, en estos días que vivimos, podemos ver el vaso medio lleno, tan sólo nos quedan unas semanas para que esta dura situación de confinamiento llegue a su fin. Pensemos que al menos, estamos, la gran mayoría, con nuestras familias, niños y en nuestras casas con todo tipo de comodidades… Os quiero mandar un mensaje de apoyo y un fuerte abrazo a todos. Vamos a aguantar por todos los que se han quedado en el camino y los que se están dejando la piel por sacarnos adelante en esta situación.
¡Para sacarse el sombrero! #Yomequedoencasa.
Pronto volveremos a disfrutar de lo que más nos une, La Montaña y el Mar…